Son todos los que están en la
foto, pero no están todos los que son. Aquí los tenemos, momentos antes de
iniciar su marcha hace unos días, y ahora a las puertas de Madrid. En su rostro,
como cabría esperar, todavía no se veía el cansancio con el que llegarán mañana
a la capital, aunque si jugásemos a interpretar las caras saldrían mil y una
preguntas: ¿tenemos futuro?, ¿de qué trabajaremos mañana?, ¿cómo mantendremos a
nuestros hijos?, ¿dará marcha atrás el gobierno?, ¿servirá de algo la Marcha Negra....?
Cada uno ensimismado en su
realidad, metido en su micromundo, intentando zafarse del yugo de infinitas
preguntas con reprochable final. Sus problemas similares a los de los compañeros
se singularizan en cada caso, atendiendo a mil variables que no les separan del
objetivo común: luchar unidos frente al enemigo, ese que con su dedo acusador
nos impide ver la luna, el mismo que nos promete un futuro mejor dando pasos
sin retorno, el que sin tocar sueldos ni privilegios propios estrangula desde
su sillón a los demás.
Y así, ataviados como cualquier
otro día, para acudir al tajo y ganarse el pan que llevan de vuelta a casa, se
disponen a emprender un largo camino, sin sueldo, sin evidencias, sin
certidumbres, frente al sinsentido de unos políticos demasiados acomodados en
la trona, donde con sus balbuceos guturales, sus idas y venidas,… dirigen el país.
Así, dubitativos, saben que
independientemente de los logros que consigan, los brutales recortes que se han
cebado con su sector no serán capaces de arrebatarles la dignidad. Y así,
mirando al cielo, sin obtener respuesta de éste, emprendieron una marcha que
mañana concluyen. Esperemos que podamos anunciar algún acuerdo, aunque como
todos sabemos no será hoy, pues hoy es domingo, y nuestros políticos lo tienen reservado
para acudir a misa y poder redimirse de todos sus pecados.
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