“Elegí un trabajo duro - decía
mi abuelo - pasé muchas horas en las entrañas de la tierra. Pero no me
arrepiento, es parte de mi historia y también de la tuya, somos hombres fuertes”.
El gran Manuel, ¿qué pensaría
ahora del oscuro futuro que planea sobre los que han seguido su oficio?
Lo imagino viendo las noticias con los puños
apretados y la humedad en sus ojos cansados. Lanzando todo tipo de improperios,
levantándose del sillón decidido a corear junto a los mineros sus derechos. Luego
mi abuela aparecería por la puerta y, con su carácter volvería a sentarle en el
sofá.
Entonces él murmuraría para
sus adentros las memorias de un pasado bajo tierra. Mientras ella daría gracias
a Dios por tener un marido viejo y cascarrabias sin fuerzas para poder seguir
una marcha negra. Aunque en realidad, su corazón estaría con las mujeres que
sufren desde casa.
Imagino todo esto viendo a mi
padre prepararse para la marcha, mi madre le ayuda, yo les observo desde el
pasillo. Intento no llorar, pero me cuesta; entonces me agarro a los recuerdos
de mi abuelo, para que me ayude a dejar en la retinas de mi padre la sonrisa de
su hijo al partir.
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