viernes, 29 de junio de 2012

NEGRO MATE



Tras una dura jornada laboral, entré arrastrando mi cuerpo vacío y la encontré frente al televisor, viendo atónita como ese hombre trajeado con apellido de provincia anunciaba la irreversibilidad de las medidas tomadas. Sin percibir mi presencia, liberó alguna que otra lágrima, en un silencio sepulcral, eludiendo cualquier quejido, pues era tan dura como el maldito mineral. Supuse que Pilar estaba recordando aquel día en el que sonaron las sirenas anunciando el accidente que se llevó al hoyo a su padre, o aquel otro en el que la arrolladora neumoconiosis la dejó viuda a los cincuenta. Pero ella sufría en silencio pues, sumada a su orgullosa dignidad, sabía que la Marcha Negra en la que participaba mi padre era el comienzo de una lucha igual de irreversible que las medidas anunciadas por el ministro, pero con la salvedad de que ellos no tenían alternativa pues la sombra y el frío de la mina eran su único cobijo. Ahí estaba yo, a mis dieciocho, sabedor que el futuro pintaba mal, contemplando como mi abuela lloraba historia, con el mono puesto y la cara tiznada de identidad.




3 comentarios:

  1. La verdad es que detrás de cada uno de los mineros que se dirigen a Madrid hay muchas y largas historias alrededor del carbón.

    Gracias por tu colaboración.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta cómo aprovechas cualquier elemento de las minas (tiznada, sirenas, neumoconiosis...) Muy bien lo de las tres generaciones.

    ResponderEliminar
  3. Es un relato muy bien logrado, me ha movido, es de los que inspiran.

    ResponderEliminar