Cada
mañana es la misma historia. Ella prepara la comida de su hijo y su marido.
Ambos son Rafael, y ambos trabajan juntos en la mina. Es la misma rutina
diaria. Pensamientos silenciados en torno a la mesa, inquietudes posadas en el
café que jamás verán la luz, miedos ocultos untados en mermelada.
El
desayuno terminó y han de irse. Cada mañana la misma historia. Hace muchísimo
tiempo que los reproches murieron por eso ahora apenas nacen en sus labios ella
los reprime amargamente.
Ella
los conduce al trabajo. Su mirada los ve partir, ser engullidos por el pozo que
los dirigirá hasta las entrañas de la tierra. Es la misma rutina diaria.
Acábatelo todo, no dejes nada de la comida, hijo. Musita en silencio que
vuelvan, Dios mío, mientras se queda de pie, como cada día, desde el vértigo de
su vida.
Enorme habilidad para transmitir las sensaciones internas de la mujer.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Los personajes secundarios no siempre lo son y también sufren.
EliminarFélix