Emergieron del subsuelo, de las
mismas entrañas de la tierra, con los puños en alto y ennegrecidos, camino
de la capital del Reino. Atrás dejaron familia en sus pueblos. Por delante,
muchos kilómetros que recorrer y la esperanza de encontrar una lámpara con el
genio que les conceda un solo deseo: un futuro para el carbón.
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