lunes, 9 de julio de 2012

PRIMER MANDAMIENTO


No es la mano de Dios la que hace girar el reloj de arena del mundo sino el empuje esforzado de millones de brazos y mentes, la aplicación de la suma de fuerzas sobre un punto preciso.
No es la mano invisible del mercado la que coloca cabezabajo al hombre, la que lo agita y lo estruja hasta vaciarlo por entero, sino una agrupación de ambiciones y poderes, hilos visibles si se quiere y se sabe dónde mirar.
No es la mano del gobernante la que lanza a las fieras sino el pueblo que no sabe adiestrarlas a su antojo, el que olvida retener para sí la llave de la jaula del gobernante.
Casi en el centro de la tierra, a pico y barrena, está escrito el primer mandamiento: «Invirtamos el reloj». 
 

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