En su carta a los Reyes
Magos, a Marianito le faltó papel para escribir todos sus deseos, así que hizo
trampa y sobornó a su prima con unas chuches, «sales ganando, tú hazme caso». Y
aprovechó bien su espacio, ya lo creo. Lo primero que se pidió fue una
máscara de carnaval, como habían hecho sus hermanitos mayores, el Joselu y el
Josemari, que, oyes, les había dado su juego. También añadió a la lista
una cartera de piel, un gabinete de asesores, que nunca se sabe, y un par de
negros, por si acaso. Como su amigo Felipe, para no pillarse.
El día señalado, el pequeño
se encontró con todos sus regalos y alguna sorpresa más. Al salir a la calle
con sus juguetes, comprobó con regocijo que los demás niños, salvo Soraya, Luis
y alguno más, se lamentaban, sin saber qué hacer con unas piedras de carbón
entre sus manos, que les tiznaban el rostro y la ropa, «nos hemos portado mal»,
repetían, mohínos, «tenemos que ser más obedientes este año».
Y, de momento, ahí siguen
sin saber por dónde tirar. Y la prima, amenazando con cobrarse lo suyo.
lo acabo de leer... genial, enhorabuena. Saludos.
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