Si por escribir fuera que
las minas abiertas al aire y las de pozo negro siguieran, yo escribiría mil
versos, leería mil libros, pintaría mil pancartas, cantaría mil canciones,
daría mil abrazos, andaría por toda la península y mil vueltas daría.
Si por soñar, si por querer,
si por necesitar, si por sentir una mano amiga, si por saber que alguien te
lee, si por llorar, si por reír, si por vestirte de negro de diario y de negro
en los entierros, si por escuchar los cantos de las aves, si por esperar y no
esperar, si por amar, si por decir adiós… voy a conseguir que alguien escriba
en los acuerdos firmados: “Sí, sí. Aceptado, aceptado”. Entonces todas estas
cosas haría.
Mina oscura que iluminan tus
ojos; mina con paredes cosidas de tablas y clavos; mina horadada, perforada
hasta el degüello; mina que despides vapores y le llamas grisú, palabra tan
bonita para tan macabro significado; mina que estás llena de arterias y venas
de carbón; mina llena de tesoros negros y con el grafito de mis lapiceros,
dibujé una hermosa muchacha y le puse un nombre: ESPERANZA. Desde entonces ella ilumina mi vida, mi Esperanza.
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