martes, 3 de julio de 2012

EN UNA MESA


Allí estaban todos congregados, como si tuvieran un Monopoly entre manos. Yo te compro estos bidones de petróleo; tú, dame esos minas de uranio y las de carbón. Aquel, quiere las de diamantes. La otra, todos los solares. El mayor pide los aeropuertos; la joven, las joyerías. Aquel de más allá, tiene los bancos. Este de aquí al lado, la industria farmacéutica. El rubio la flota pesquera; el moreno, los arsenales de guerra; el pelirrojo, los productos agrarios y éste calvo, el vaticano.

Debajo de la mesa los duendes de los cuentos llaman a los grandes poderes y deciden en pequeño cónclave llevarse a todos lejos, muy lejos. Una vez la sala está vacía, comienzan a llegar los desarrapados, los heridos, los enfermos, los mal pagados, los castigados... todos los que, aquellos primeros les llamaban: “Los incapaces”.”Los vagos” “Los tontos”.

Dios llamó a la puerta y presidió la sala. Traía una lista de recados, los repartió uno a uno y les dijo: “Cada uno sabe lo que debe hacer, y ahora por favor, no la caguéis, vosotros”.

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