Llegaron los siete a casa con
la cabeza mirando a los pies y sin apenas palabras. Aún así, al sentarse a la
mesa, el sabio dijo «por mucho que dé vueltas a la cabeza, no sé qué podemos
hacer» a lo que el gruñón respondió «nada, como siempre», el feliz contestó
«todavía tiene que haber esperanza para nosotros», el dormilón bostezó y el
tímido se sonrojó. El mocoso, de tanto llorar, se había quedado sin mocos ni
lágrimas y el mudito encogió los hombros con una mueca de tristeza en la
sonrisa.
Entonces Blancanieves dejó
sobre la mesa la bandeja con la cena: ocho manzanas envenenadas, y les dijo:
«Claro que hay qué hacer, con este manjar salimos esta misma noche con todos
los compañeros para Madrid. Nos van a oír»
Ingenioso.
ResponderEliminarCoincido Anita, si comida envenenada nos sirven, con qué otra cosa podemos convidar?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Sí, los enanitos de la película eran mineros. Muy bueno lo de las manzanas.
ResponderEliminarLas manzanas pueden ser para moverse del asiento, para lanzar o para envenenar a otros. Son más bien metafóricas, porque es cierto, que los hechos nos envenenan.
ResponderEliminarTus manzanas metafóricas dan mucho juego. A ver si oyen sus voces y el lamento de la mina de una vez.
ResponderEliminarUn abrazo,