Paquita levanta el panfleto de la vereda y lee con cuidado, algunas palabras son muy difíciles. Sin embargo y contra lo que se podría creer, comprende. El poder odia las flores de su jardín, odia el vino con el que celebran los cumpleaños y nacimientos —y a ella papá y mamá todavía no le permiten probar—, odia las canciones que el abuelo canta en el acordeón a pesar de esa tos que a veces lo ahoga, odia sus juguetes y sus juegos. Y aun cuando desconoce hasta que lugares inmundos suele arrastrar a las niñas que crecen desde el seno de pueblos fantasmas y hogares quebrados, acierta en imaginarlo bestial. Entonces piensa en León y sonríe, segura de que su ladrido guardián espantará a la bestia cuando sea necesario.
martes, 3 de julio de 2012
SOCAVÓN
“El poder hizo sus cuentas y, ciego a los intereses del pueblo, decidió decapitar el subsidio a la minería”.
Paquita levanta el panfleto de la vereda y lee con cuidado, algunas palabras son muy difíciles. Sin embargo y contra lo que se podría creer, comprende. El poder odia las flores de su jardín, odia el vino con el que celebran los cumpleaños y nacimientos —y a ella papá y mamá todavía no le permiten probar—, odia las canciones que el abuelo canta en el acordeón a pesar de esa tos que a veces lo ahoga, odia sus juguetes y sus juegos. Y aun cuando desconoce hasta que lugares inmundos suele arrastrar a las niñas que crecen desde el seno de pueblos fantasmas y hogares quebrados, acierta en imaginarlo bestial. Entonces piensa en León y sonríe, segura de que su ladrido guardián espantará a la bestia cuando sea necesario.
Paquita levanta el panfleto de la vereda y lee con cuidado, algunas palabras son muy difíciles. Sin embargo y contra lo que se podría creer, comprende. El poder odia las flores de su jardín, odia el vino con el que celebran los cumpleaños y nacimientos —y a ella papá y mamá todavía no le permiten probar—, odia las canciones que el abuelo canta en el acordeón a pesar de esa tos que a veces lo ahoga, odia sus juguetes y sus juegos. Y aun cuando desconoce hasta que lugares inmundos suele arrastrar a las niñas que crecen desde el seno de pueblos fantasmas y hogares quebrados, acierta en imaginarlo bestial. Entonces piensa en León y sonríe, segura de que su ladrido guardián espantará a la bestia cuando sea necesario.
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Una bonita historia Patricia, a pesar del odio, la esperanza está muy presente.
ResponderEliminarBesos desde el aire
El vello de punta.
ResponderEliminarCampanilla
Rosa, en toda oscuridad siempre hay un punto de luz. El arte, y el coraje, está en saber verlo.
ResponderEliminarCampanilla, estamos ante un problema grave que pone los pelos de punta, sí. Me alegra saber que he podido reflejarlo.
Dos fuertes abrazos
Con qué facilidad los niños alejan el mal de su reino. Muy buena aportación, Ana. Ojalá todo esto ayude en algo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Perdón, Patricia. El de Anita lo leí antes. Cosas del directo...
Eliminarja, no hay problema Miguelángel. Es mi placer recibir las palabras que se dirigían a Anita!
ResponderEliminarBesos a ambos
Patricia esa niña que tú pintas con tus palabras es capaz de captar el peligro que les acecha mejor que quizás muchos adultos. Qué buena tu forma de presentarlo, y me ha encantado el final, cuando la niña pone toda su confianza en su perro, ese que nunca de falla y siempre leal la defendería de cualquier mal, lo que no sabe es lo difícil de defenderse ante esta realidad que estamos viviendo y que se traga todo lo que puede.
ResponderEliminarBesos desde mi mar,
Creo que la sensibilidad de los niños son como radares para captar el peligro y también, quizá, desde su inocencia, expresarlo mejor que nadie.
EliminarOjalá la niñita de mi cuento se salve de la realidad cruel que la ronda.
Aunque yo es toy en el centro de la ciudad, besos desde las sierras de mi provincia, Yashira
Qué bello y sutil homenaje a Iverna Codina. :)
ResponderEliminarPor problemas con la cobertura, llego un poco tarde, pero llego a felicitarte por tu aportación a los mineros españoles...
ResponderEliminarUn relato lleno de luces y sombras, escrito con una sensibilidad maravillosa...
Besicos salados.